Un año después del voraz incendio que azotó al páramo de Berlín, y que quería ‘sepultar’ un valle de frailejones, el poder de la naturaleza se impuso ante la adversidad, en un episodio casi ‘milagroso’.
El 22 de enero de 2024, el ‘corazón’ del páramo de Berlín, ardió sin control.
En el páramo el viento sopló fuerte e hizo disparar las ‘cañuelas’ de una red eléctrica. Una chispa que se generó por contacto cayó sobre el pasto seco e inició un incendio.
Aunque la comunidad de la vereda Ucatá, donde las llamas se iniciaron, intentó sofocar el fuego, poco o nada pudieron hacer para que la naturaleza ardiera.
Mientras varias especies animales huyeron despavoridas y abandonaron sus hogares, a la vegetación de la zona le tocó, a su manera, protegerse de las abrasadoras llamas que amenazaban con consumirlas.
Cientos de frailejones, a lo largo de cerca de 45 hectáreas, quedaron a merced de la tragedia. Por cerca de 72 horas, el fuego las intentó aniquilar.
Luego de que varios cuerpos de Bomberos, campesinos, Ejército, Policía, voluntarios y hasta helicópteros y otras aeronaves lucharon por tres días para liquidar el fuego, el panorama fue desalentador.

El verde de los pastos y frailejones se convirtió en un negro luctuoso. La apariencia de las plantas ‘productoras’ de agua no era otra que la de vegetales calcinados por las llamas.
¿Cómo fue que los frailejones resistieron cerca de tres días expuestos a las llamas?
Le voy a contar una historia, que, aunque mitológica, le da una explicación a la supervivencia milagrosa de estos frailejones.
En la mitología griega se creía que el ave Fénix se consumía cada 500 años por acción del fuego, pero luego era capaz de resurgir de sus propias cenizas.
En esta historia también se decía que este pájaro de fuego presentía su muerte, cerrabas sus alas y fallecía sereno, en calma.
Los frailejones, como el ave Fénix, cerraron sus hojas más grandes y protegieron a las más tiernas, las que acababan de nacer, con la esperanza de que se salvaran.
Por cerca de 15 días el terreno afectado permaneció casi inerte. Sin embargo, las lluvias que cayeron durante los primeros días de febrero hicieron el ‘milagro’. Las gotas cayeron sobre las hojas más altas e hicieron que se abrieran para captar el agua que recibían. En ese momento, el panorama cambió de negro a verde esperanza.
Los penachos de los frailejones se abrieron y estas plantas lucían como velas con una llama sobre sus tallos, resurgieron de sus propias cenizas.
El próximo miércoles, el calendario cuenta 365 días desde la ocurrencia de la tragedia en el páramo de Berlín.
La vida y el destino me llevaron nuevamente hasta el lugar donde la vida se impuso sobre la fatalidad.
En cada paso por este valle de frailejones el panorama fue más que esperanzador. Estos ‘fénix’ del reino vegetal ‘abrieron sus alas’ y vuelan en cada rincón del otrora epicentro de la tragedia.
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